Imaginaros qué vais al súper a comprar albóndigas enlatadas y os acercáis y
veis que en la estantería que está dentro de vuestro campo visual (a primera
vista) están las albóndigas populeision a 1,99€. En la estantería de arriba las
albóndigas sociatas a 2,1€ y en la de abajo una marca blanca de oferta que pone
“alfóndigas” a 1,89. Te fijas mejor y en la última estantería hay albóndigas ibéricas
a 2,15€ pero para cogerlas tendrías que estirarte entero e incluso dar un pequeño
salto, así que coges la de oferta y te la llevas a casa.
Como te gusta cambiar de vez en cuando la próxima vez que vas al súper
eliges otra marca, ya sea de la estantería superior o de la inferior y en una ocasión
para hacer un experimento te da por comprar las tres marcas a la vez, abrirlas
y comprobar que son todas iguales. Miras el código del fabricante y es el mismo
para las tres así que en un acceso colérico te vas al súper esguilas por las estanterías
hasta llegar a esa lata albondiguera que si la ponen tan a desmano será por
algo así que pagas en caja, te vas a tu
casita, la abres y compruebas que son las mismas albóndigas de las otras tres y
que el código del fabricante sigue siendo el mismo y entonces te preguntas ¿Por
qué?
Moraleja:
Como tú, inteligente y querido lector te habrás dado cuenta enseguida de la
similitud entre las albóndigas y lo que ocurre en España, te preguntaras donde está
la gracia del chiste, pues te lo diré. La gracia del chiste no está en que las
latas aunque de diferente tamaño, precio y colorido contenga el mismo producto,
ni en que el fabricante sea el mismo para todas, la gracia esta en lo que
tenemos delante de los ojos pero que como es “tan grande” no somos capaces de
ver todo en su conjunto, tan solo las latas de albóndigas.
La gracia del chiste es que nadie, nadie, nadie ha pensado durante este
escrito que es el dueño del súper el que sale ganando siempre, elijas lo que elijas.
Buenos días nos de Dios y que San Pedro nos lo bendiga